sábado, abril 28, 2007

Vicente Ferrer


La diferencia entre ser una buena persona y una persona buena es una cuestión de lejanías. Sí, no es lo mismo; hay personas que logran ser ambas cosas a la vez. Una de ellas es Vicente Ferrer, en estos días su Fundación celebra diez años.

Digo de lejanías porque decimos que alguien es una buena persona cuando no sabemos exactamente lo que hace, pero sí que es una persona buena de sentimientos en su apariencia y en su trato con los demás.

Supongo que todos estamos en estas. Intentando cada mañana que nos levantamos ser mejores personas y hacer más felices a los que nos rodean.

Por ello no creo en la distancia entre las religiones. Todas, bien entendidas y de diferentes maneras persiguen lo mismo: hacernos mejores personas. Tampoco creo en que hayamos venido al mundo a disfrutar al máximo, -carpe diem- porque el tiempo pasa y corre. No, está bien claro, hemos venido a hacerle la vida más grata a quienes nos rodean. A hacerle la vida más fácil a los demás.

Quienes lo logran, es muy difícil, se convierten en personas buenas. En la cercanía compruebas lo que hacen, para quién y cómo lo hacen. Por sus hechos los reconoceréis dicen por ahí.

Vicente Ferrer es uno de ellos. Felicidades.

miércoles, abril 18, 2007

S.O.S.


La Tierra se calienta. Los hielos se derriten. Y no es ciencia ficción.El clima está cambiando aceleradamente por culpa del ser humano.


Los efectos, ya irreversibles, pueden ser devastadores si no pasamos a la acción.

*Más información. EL MUNDO.ES

sábado, abril 14, 2007

Como anillo al dedo

El Banco Mundial es esa Institución formada por los países más poderosos del planeta para ayudar a los más pobres. Así reza en su página web. Pero, claro, se ve que las tardes de los viernes los pobres tienen menos necesidades y los funcionarios ya no trabajan hasta el lunes.

El asunto tiene miga, pero no es lo de hoy.

El caso es que los funcionarios, tan sufridos y trabajadores ellos, se han rebelado contra el presidente de la cosa, Paul Wolfowitz. Entre otras lindezas este señor, que llegó a la presidencia hace dos años, ha tenido que ver cómo seis vicepresidentes presentaban la dimisión, cómo ante medio mundo cuando entraba en una mezquita de Turquía, mostró dos agujeros impresentables en sus calcetines y ha subido él solito el sueldo a casi 200.000 dólares (7.000 más que el sueldo de Condoleezza Rice) a su novia, también funcionaria del Banco Mundial, Shaha Alí Riza.

Pienso que si los agujeros de los calcetines de hace días fueran en solidaridad de aquellos por quienes trabaja no me parecería tan mal. Pero visto lo que nos ha traído el tiempo y sus caminos en estos dos años, este señor lo que es no quiero ni decirlo aquí. Peor deben oler.

Los que usamos para comunicarnos el idioma español tenemos otra muestra de que nuestra lengua no es equivocada; es riquísima y sabia. Si castellanizamos su apellido le queda como anillo al dedo. Golfovich.

domingo, abril 08, 2007

Yamamoto y su vaca


Kobe es una ciudad portuaria japonesa al sur del país. De ella sé poco más, y que hubo hace unos años un enorme terremoto. Bueno, enorme diríamos aquí, que la mayoría de nosotros nunca hemos vivido uno. Pero para los japoneses, tan acostumbrados y bien enseñados, quizás les pareció algo casi habitual. Que los japos son muy suyos para sus cositas. Claro.

Bueno, ahora sé algo más de Kobe y es el asunto de hoy.

El otro día, antes de las vacaciones de Semana Santa, cenamos en un restaurante de Madrid. Era la despedida previa a las vacaciones y no podía faltar. Cuando el camarero nos trae la carta para que eligiéramos qué queríamos cenar, veo que una simple hamburguesa cuesta 85 €uros. Impuestos aparte, por supuesto. O sea que la cosa se te pone en casi 100 €uros. Para quienes no saben mucho de euros diré que hablamos de alrededor de 130 dólares la hamburguesa.

Cuando vino el camarero a tomarnos nota, le pregunté sobre la hamburguesa. Claro. Y me dijo que la carne era buey de Kobe, que si no sabía a qué huelen los campos allí y a qué saben las primaveras. O sea, me sonó a musica celestial de violinillos y trompetillas.

La cosa es que allí, nos dijo, para que la carne sea más tierna y jugosa le dan a la vaca todos los días un masaje y una cerveza. O sea, me imagino a Yamamoto dándole masajes y cervecitas a su vaca, mientras medio mundo no tiene lo mínimo para vivir. Absurdo. Absurdo él y más absurdo los que pagan por ello.

Y yo que nunca he sido mucho de comer hamburguesas, me negué en rotundo a pedir una. Ya dije, los japos son muy suyos.