Hoy toca croissant
Como si de un resorte se tratara las mañanas laborables suena el despertador y salto de la cama.
Lo primero en mi despertar es lo primero, ya saben ustedes. Después meto la radio con el volumen bajito en un bolsillo del pijama y voy oyendo las noticias mañaneras mientras me preparo y tomo el desayuno. Leche y zumo de la nevera, el vaso de leche al microondas un minuto, Nescafé bien cargado, azúcar y el bollito de turno. Hoy toca un croissant. Todo esto se ha convertido más que en una costumbre en un ritual casi sagrado, porque lo hago sin pensar, sin hablar y rápido. Muy rápido.
Hablando de horno microondas, desde que lo cambié por otro más moderno, y ya hace más de un año de eso, no he conseguido tomarme el café a su debida temperatura. O me abraso la lengua o me lo tomo como si fuera un esquimal en su iglú. Está visto que soy de la generación que se calentaba el cafetito en la lumbre.
Bueno, decía que todo eso en tres minutos y a la ducha. Hoy tenía una reunión temprano y quizás estaba algo nervioso. Me visto y acabo de prepararme. Cartera a un bolsillo interior de la chaqueta, teléfono al otro y llaves de casa al del pantalón. El ritual está completado. Amén.
Vuelvo a la cocina, meto los dos vasos y la cuchara en el lavavajillas, y salgo. Al abrir entro el periódico; bueno ya lo leeré esta tarde, me consuelo y cierro la puerta de casa.
Hasta ahí es de lo más normal, no es noticia porque es lo que hacen al alba la gran mayoría de los españolitos de a pie. Lo que no es normal es que en mitad de la reunión me echo la mano al bosillo del pantalón y he sacado la cucharilla mañanera sucia ante la cara de estupor de mis interlocutores. Por supuesto me han llamado de casa preguntándome porqué había metido el llavero en el lavavajillas.
Creo que me estoy haciendo mayor.
Bueno, felices fiestas de Semana Santa y Feliz año 2011. ¿O no era así?