Hay mañanas en que uno se pone temprano al ordenador, a escribir, cargado de temas, impaciente de temas, como un adolescente nervioso que descubre la vida, y hay otros días en que no se nos ocurre nada. El paisaje que vemos por la ventana es plano y los temas no vuelan por la cabeza. Pero hoy me apetece entrar en mi blog, y hablar de un no sé qué.
Enseñaban en la Facultad que el maestro Pemán decía que no hay que empezar un artículo si no se tiene pensado el final, porque quedaría desvalido, como cuento sin moraleja. Sí, ya sé que Schubert es famoso por la Sinfonía Inacabada. Pero, claro, ni esto es una sinfonía ni yo soy Schubert, ni las Torres que no son torres de Notre Dame, ni el brazo que no existe de la Venus de Milo, ni la Atlántida perdida de Falla ni nada por el estilo que tiene el encanto de lo incompleto.
Además, por no tener, no tengo ni siquiera cómo empezar.
Quizás hablar del tiempo sea lo más socorrido. Por lo menos en el ascensor, cuando te encuentras con alguien que no conoces siempre te saca del apuro.
Porque en los ascensores se encuentra uno a toda la fauna que hay fuera, pero en menos de 2 metros cuadrados, y hay que decir algo. Los hay quienes siempre saludan amables, los callados, los sonrientes, los mirones, sobretodo si va una mujer guapa; los que tienen cara de no haber pegado ojo en toda la noche... Pero el mejor es mi vecino del quinto que, tímido, mirando al suelo y con su cara de escondido dice una única palabra. Siempreeee..., dijo un día bajito, como susurrando, arrastrándola: Siempreee...
Y yo no sabía si me lo decía a mí, a él mismo o al ascensor.
Al día siguiente vuelven a pararme en el quinto, entra el de la cara de escondido y susurra al suelo: Llueveeee... Y yo no supe qué decirle más que un buenos días, que bien pudo ser un gemido de asombro o una complicidad.
Al tercer día de encontrármelo lo comprendí cuando dijo: estos díaaaas... El vecino del quinto sólo dice una palabra en cada viaje, bajito, como para sí mismo, y hay que ir encadenándolas conforme vas coincidiendo con él. Al final al unirlas tienen su significado.
Ya lo dije, en los ascensores te encuentras con gente extrañísima. Mañana será otro díaaaaaa...