Javier Bardem
Quienes me leen hace años saben que no soy una persona sospechosa de estar a favor de la guerra en Iraq, la pena de muerte que aún existe en algunos estados, la política exterior, las sociales o de inmigración de los Estados Unidos.
También saben que no soy persona que le guste hablar mal de nadie. Cuando no entiendo procuro ponerme en su lugar para tratar de entender. Pero lo de Javier Bardem no hay quien lo entienda.
Soy europeo. Me gusta ser español, ser latino, y pese a los problemas que hay aquí, lo prefiero a lo que se llama american way of life. A orillas del mar Mediterráneo desde hace casi 4.000 años los hombres han inventado, con sus aciertos y sus defectos, el mundo que tenemos hoy. Y cuando alguien me hablan de los errores históricos del pasado pienso qué habría ocurrido si lo hubieran hecho los otros. Probablemente hubiese sido igual. Ya dije, me gusta ser español.
Pero lo que es admirable del pueblo norteamericano es que hayan dejado entrar en su país al actor español Javier Bardem para recoger un Oscar al mejor actor de reparto. Él ha dicho en público varias veces que es antiamericano, anti republicano de Bush y amigo de Chávez, Fidel y sus muchachos. Ahora digo yo que ésa es la grandeza del país norteamericano: quien trabaja triunfa, piense lo que piense y diga lo que diga.
Aunque, claro, a algunos si les dan el oscar les entra un ataque de mala memoria, se tragan sus palabras y no hay nada mejor que ir a Estados Unidos a recogerlo. Impresentable.
Foto: AHeron