miércoles, noviembre 16, 2005

El fuego


Tras los cristales se acomoda una de esas noches de nieve, heladoras, del invierno castellano. Me gusta acodarme en el sillón y así ganarle pensamientos al insomnio, y mientras miro de cerca al fuego de la chimenea escucho el plaf-plaf de la leña ardiendo y empiezo a sentir calor. Me agobia el calor en verano, pero he de reconocer que el de la chimenea en las noches de invierno te hace sentir todo tu cuerpo: sudas, te dilatas, hasta te molesta el aire sofocante que llena tus pulmones, mientras fuera caen copos de nieve.

Quizás sea la memoria genética de aquellos tiempos asilvestrados en que el Hombre apenas era algo más que una bestia tiritando de frío en los inviernos cavernarios. El animal que éramos sabía que el frío le mataba, así que tenía que sentirse feliz al llegar el buen tiempo. Tal vez sea ésa memoria de supervivencia la que nos sigue atrayendo al fuego en invierno y nos enciende las venas cuando llega el verano.

Mientras perplejo observo el baile de fuego me parece sentir el rotar del planeta, cómo mi corazón late, pum-pum-pum, al ritmo de esos engranajes de reloj colosales, y siento que todos somos una pieza esencial de ese enorme rompecabezas universal.

En esta madrugada heladora me vienen a la memoria algunos hechos sorprendentes de la vida, que descubrí en los viejos libros de fauna del abuelo cuando era un niño. Por ejemplo que hay canguras que producen leche de diferente densidad en cada mama para atender a distintas crías o aquéllos camellos que almacenan toda su grasa en la joroba para cubrirse del sol desértico implacable o que el castor cuando corta la madera es capaz de sellar su garganta con la lengua para no tragar astillas. No hace falta irse tan lejos, nosotros también somos prodigiosos: con pestañas para proteger nuestros ojos, con millones de neuronas, con válvulas que regulan el furioso batir de la sangre. Pum pum pum. Si lo pensamos, es mágico.

Ese milagro de ingeniería biológica es lo que le basta al camello para aupar toda su grasa a la joroba, y para explicar que el sudor, que frente al fuego ahora sudo, es el regulador de la temperatura de mi cuerpo.

Pero los hombres además de ser un milagro biológico animal, somos algo más: una dimensión trascendente. En esa doble dimensión espiritual y natural encontramos nuestro lugar en el enorme rompecabezas. Y nos muestra que, a pesar de nuestras diferencias, TODOS SOMOS IGUALES.

7 comentarios:

Srta. Lee ® dijo...

Con que por allá hace frío?
Wow...y aquí ya empiezan a caer patos asados del cielo :P

Siempre me ha gustado al idea de tener una chimenea en mi casa, puede que contaminen, pero se ven tan acogedoras.

Saluditos!

Verónica dijo...

Estimado Nacho: no sé por qué, pero inexplicablemente tu post
me recordó algunas de las historias qu leía cuando niña, durante el invierno...

Cuando el frio invierno se apoderaba de mi ciudad, trasladaba mi mente a través de
las líneas que llegaban a mis manos.

Me gustó tu post.

un abrazo, amigo!

eat-desserts dijo...

Sí que raro, es cierto ahora llega el verano aqui..despues de un largo y frio invierno y la verdad es que no tengo ni ganas de recordar el frio.

Pero siempre es bienvenida la idea de la chimenea, aunque nunca he vivido en casa...suena a paraíso.

saludos

Vale

Carly dijo...

acá hace un calor que ni se soporta, gracias a Dios estoy en un lugar con aire acondicionado todo el día y cuando salgo ya hace frío otra vez...jaja

Nacho dijo...

Srta. LEE: pues aquí los patos caen congeladitos del cielo. Casi en la barritas ésas empanadas que venden en cajitas en el super.

VERO: en invierno es cuando más se lee. Pero, mmm, eso de que trasladas tu mente y se te va la cabeza, mmmm. ¿Qué te tomabas para leer? Mmmmm.

Es una broma, no te enfades.

VALE: no, si ahora tú también me vas a decir que allá están cayendo patos asados del cielo. O sea que Chile es como el Kentucky Fried Chicken ése. ¡Y yo que me lo creo!

Besorrios.

CARLY: todos tus catarros vienen de ese "aire en condiciones" tan fabuloso que tienes. Prefiero ir al Kentucky (KFC) de LEE e VALE.

Carly dijo...

mmm me dieron ganas de comer pollo frito.

Anónimo dijo...

Pues del fuego ni hablar, llevo 8 años combatiendolo y te juro que no lo entiendo aún, es tanto de tan poco. Un amigo o un enemigo pero siempre me enfrento a el, ya haremos las paces.

Bomberitz