viernes, septiembre 30, 2005

mmmmm...


- ¿Por qué para apagar Windows hay que dar al botón Inicio?

- ¿Por qué las mujeres no se pueden maquillar las pestañas con la boca cerrada?
- ¿Por qué nunca se ha visto en el periódico "A Adivino le toca la lotería"?

- ¿Por qué el zumo de limón está hecho con sabor artificial y el lavavajillas con limones naturales?

- ¿Por qué no hay comida para gatos con sabor a ratón?

- Cuando sale una comida para perros con mejor sabor, ¿quién la prueba?

- ¿Por qué las inyecciones letales se administran con agujas esterilizadas?

- ¿Por qué los aviones no están hechos con el mismo material que las cajas negras?

- ¿Por qué las ovejas no encogen cuando llueve y mi jersey de lana favorito sí cuando se lava?

- Si volar es tan seguro, ¿por qué se llama Terminal al aeropuerto?

- ¿Por qué aplastamos más fuerte los botones del mando a distancia cuando tiene bajas las baterías?

- ¿Por qué se lavan las toallas si se supone que cuando las usamos ya estamos limpios?

- ¿Por qué las mujeres de curvas más aerodinámicas son las que ofrecen más resistencia?

- El mundo es redondo y lo llamamos planeta, ¿si fuera plano lo llamaríamos redondeta?

- ¿Por qué cuando en el coche no vemos algo apagamos la radio?

- ¿Disfrutan tanto lo infantes de la infancia como los adultos del adulterio?

- Cuando una mujer está encinta, ¿está también en cd?

- ¿Qué cuentan las ovejas cuando no pueden dormirse?

- ¿Por qué las ciruelas negras son rojas cuando están verdes?

- ¿Por qué cuando llueve levantamos los hombros y apretamos los ojos? ¿Acaso nos mojamos menos?

miércoles, septiembre 28, 2005

La costilla de Adán


En la prensa del lunes leo que el zoólogo inglés Desmond Morris afirma en su última obra La mujer desnuda, editada en España por Planeta, que el cuerpo de la mujer está más evolucionado que el del hombre. O sea, ni costilla de Adán ni sexo débil ni nada de nada. Qué incautos somos.

La verdad, yo no soy hombre de ciencias ni sé mucho de la teoría evolucionista de Darwin hoy tan criticada, pero como fui a un colegio con los jesuitas todo esto de la evolución estaba salpicada de la teoría Creacionista, de Adán y de Eva; de Dios. Lo curioso es que no se contradecían una teoría con la otra.

La cosa es que para Morris el cuerpo de la mujer está más evolucionado en muchos aspectos -asegura-, es más neoténico que el del macho. Explica que el éxito de los seres humanos -simios sin rabo con un cerebro muy grande- es una combinación entre curiosidad y sociabilidad. La unión de las dos es un proceso, es el proceso evolutivo llamado neotenia. Por tanto, los humanos somos jugetones toda la vida.

Morris dice que los hombres son más infantiles en su corportamiento y las mujeres en su anatomia. De ahí que haya más hombres jugadores o inversores en Bolsa mientras que las mujeres son más cautas y astutas. Los hombres tuvieron que ir a cazar y correr riesgos, mientras que de las mujeres dependía la reproducción y sostenibilidad de la tribu. Debido a este cuidado femenino de la especie desarrollaron otras aptitudes como la comunicación verbal, la trasmisión del conocimiento o la resistencia a las enfermedades, mientras que los hombres se dedicaban a prepararse para la caza.

A mí todo esto me suena como a una milonga de Gardel, o sea tonterias; pero los latinos nos creemos que para ser listo y descubrir algo es mejor tener un nombre anglosajón que llamarse Manolo Romerales. Claro. Y como éste es inglés habrá que creérselo tal y como él lo dice. ¿Ustedes, qué opinan?

domingo, septiembre 25, 2005

"Voy un momento a por tabaco". (12 de octubre)


De ahí nace la expresión " me voy a comprar tabaco" cuando los maridos quieren irse de casa. Colón seguro le dijo a su mujer que se iba a por tabaco, y volvió al cabo de unos meses. Le cogió el gusto a eso de irse de casa y echarse unos cigarros, porque se fue hasta cuatro veces. Su mujer debía estar ya con un enfado tremendo; que si Cristobal ya estoy harta de que te vayas de viaje con tus amigotes los Pinzón y Diego de Triana y nunca me lleves... Bueno, ya saben.

Entonces las cosas no estaban fáciles por acá. Los Reyes Católicos acababan de expulsar de Granada a los musulmanes y como dije en mi anterior post esto estaba ya muy lleno. Se pueden imaginar los atascos de carros de caballos en las ciudades, los alguaciles poniendo multas a los jinetes. Claro, los caballos no llevan matrícula; un lío. Madrid era una ciudad invivible, y Colón se fue a ver a los Reyes para que le dieran su apoyo e irse al extranjero. O sea dinero, que él era muy listo.

Pero, claro, en aquellos tiempos para ir al extranjero había que empezar por descubrirlo. Naturalmente no se habían inventado las compañías aéreas de bajo coste ni los Todo Incluido. Desde la Edad Media le había dado a la gente por irse en barco a descubrir tierras y no dejar en paz a los que vivían allí. Los cartógrafos, que a veces ni habían salido del pueblo, pintaban unos mapas con mares llenos de monstruos marinos y costas llenas de tesoros. Osea, el mayor atractivo de aquellos mapas era que no se parecían en nada a la geografía real.

Ahora es muy fácil navegar porque todos sabemos donde está Santo Domingo, pero con aquellos mapas de entonces la ubicación dependía de lo mejor o peor que le cayesen los dominicanos al cartógrafo. Situarlo en un sitio u otro y rodeado de más o menos monstruos marinos tipo Godzilla dependía sólo de éso, de lo simpáticos que le parecieran. Así no era de extrañar que la gente creyera que toda la tierra estuviera repleta de tesoros y seres maravillosos excepto la suya.

Con todo esto, entre que Colón quería echarse un cigarrito entre pecho y espalda y todavía no se había inventado aquí, porque los tainitos cubanos llevaban siglos fumándose unos habanos como Dios manda; que como buen italiano la pizza sin su tomatito le parecía un asco y que los mapas de entonces dibujaban ríos de oro y sirenas bellísimas decidió irse para allá un 3 de agosto de 1492.

Con él se embarcaron algunos amigos y otros no tan amigos con distintas intenciones más codiciosas. Es lógico, aquel mundo resultaba muy atractivo para irse de casa a descubrir y encontrar los ríos de oro y las sirenas bellísimas. Si luego no resultaba y no lo encontraban, no se desanimaban, seguían descubriendo un poquito más adelante.

De este modo es como empezaron a desembarcar españoles con armaduras, cascos y caballos, y empezaron a pelearse con los indios. Los que vivían allí de toda la vida estaban casi desnudos, miraban perplejos a aquellos señores bajitos con cáscara y con una cabeza con pelo y patas saliéndoles de la entrepierna. Y la guerra duraría así varios años.

La que se lió por ir a por tabaco. SI ES QUE FUMAR NO ES BUENO PARA NADA.

miércoles, septiembre 21, 2005

Los ojos de la guerra


Al principio la gente eran sólo dos: Adan y Eva.

Eso, claro, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Entre las mejores una de ellas es que en el Metro siempre había asientos vacios y se podía ir todo el viaje sentado. No había atascos de tráfico en las ciudades, supongo. Y en la cola para comprar la entrada de cine como mucho sólo tenías delante a una persona. Encima la conocías; era Eva. No te iba a tocar en el asiento de al lado a un desconocido haciendo ruido mientras come palomitas y oliendo a grasa. Por supuesto, el overbooking en los aviones no existía. A buen seguro que si Adán se quedaba en tierra era por otra cosa y no por ésta; cosa tan habitual entre nosotros.

Entre las peores están que siempre tenías que ver a la misma persona y, claro, esas cosas simpre acaban mal. Que si Eva qué manzana más mala has comprado, que si te han timado, que si está medio podrida. Ya saben. Además, seguro que por aquel entonces Adán estaba hecho un machista tremendo y mandaba siempre a la compra a la pobrecita Eva. Y no le ayudaba ni a hacer la cama o a limpiar el bosque. Ya saben, " Adán el rollo de papel higiénico hay que cambiarlo cuando se acaba, me tienes ya harta o cuándo vas a aprender a cerrar la tapa del hoyo donde hacemos pis, no puedo contigo". Pero bueno, eso del feminismo, la igualdad y la educación vendrían siglos después y se la inventarían los franceses más tarde cuando andaban liados con eso de la Revolución Francesa y la legalité, fraternité y la igualité. Eso es un tema más serio para otro post.

No se vayan ustedes a pensar que Adán era todo un sex symbol a lo Antonio Banderas o Brad Pitt y Eva una Jennifer López o Charlize Teron. No. Eran lo más parecido al mono Aurelio del Planeta de los simios y Eva a la mona Chita de Tarzán.

Estas cosas al final terminan mal y el hombre se da cuenta que dos pegan más fuerte que uno y se inventa la sociedad. Llegando a haber tanta gente que ya en Europa no se cabía y tuvimos que ir a América. Unos con unos intereses más canallas que otros, que también había entonces buena gente aunque fueran los menos. Con la guerra la historia empieza a tener argumento. Así ya hasta nuestros días sin pausa, desde lo de Troya pasando por las Guerras Mundiales o lo de Irak. Porque los muertos, los niños asustados, los ancianos y hambrientos son todos iguales y tienen la misma mirada desde entonces.

sábado, septiembre 17, 2005

El antiinflamatorio


Lo tengo claro, sí. Lo tengo bien claro. Los seres humanos se dividen en dos clases: los que mueven su panza como Sakhira y los que no. El otro día lo intenté y tengo la espalda y los riñones hechos migas.

La verdad, la cosa viene de hace unos días en que fue mi cumpleaños. Sí, mi cumpleaños, digo. Todos los años me ocurre, es una costumbre que voy a intentar quitarme a partir de ahora. Pero como dicen que el ser humano es un animal de costumbres será que así es lo que me tiene que pasar cada año. Y ésa será mi costumbre, lo de ser animal es notorio y digamos que también es hábito en mí.

Bueno, a lo que iba, la cosa viene del otro día en que bajé a comprar el pan y unos dulces, como todos los domingos. Había una pequeña fila como de cinco personas en la pastelería y llegó una niña de seis o siete años. La cría se acercó a mí y sonriendo con timidez me dijo: "¿Señor, es usted el último?"

Por supuesto, con la mayor sonrisa del mundo le contesté que sí, y que pasara delante porque su mamá estaba en la calle esperando con el coche. Pero el "señor, es usted el último" me mató. ¡Vaya que si me mato! Me dejó traumatizado y yo creo que por eso me entró la tontera con lo de la edad.

España es un país en que casi ya no se usa el tratamiento de usted. Reservado sólo para dirigirse en el trabajo a los superiores y a la gente de avanzada edad. Y yo, claro, pensé, mmm, si yo no trabajo con esta niñita, ni soy su superior jerárquico, mmmm, ¿será que me ve como un abuelo? Fue como un mazazo en lo más alto de mi ego; lo de Hiroshima queda pequeño a su lado.

Me fui a casa pensativo y encendí la televisión mientras echaba un vistazo al periódico. Fue entonces cuando vi el último video de la colombiana. Shakira es una de esas mujeres tan guapa que casi no lo parece, y es en los movimientos casi espasmódicos de su última canción donde hace cosas que ni ella sabe que hace. Por su culpa intenté imitar el baile, moviendo mi panza como ella. Y llegó mi ruina. Cuanto más veo su último video, más viejo me siento.

Me voy a tomar otro antiinflamatorio; a mi edad hay que comenzar a plantearse ciertos bailes y empezar a acostumbrarse a que los críos te llamen señor.

miércoles, septiembre 14, 2005

El informático y mi ex



He estado 24 horas sin internet. Me sentía aislado del mundo, como si estuviéramos sentados al borde de la playa Robinson Crusoe y yo viendo pasar de lejos los barcos. Llegué a malhumorarme, qué absurdo. Total, que me armé de valor y llamé más de diez veces al servicio telefónico de mi proveedor de Internet para solucionar el problema. ¿Álguien conoce a alguna persona que le hayan arreglado un problema esos servicios telefónicos que resuelven problemas?

Así que al final pensé que me había entrado un virus de ésos malísimos que se comen el ordenador -Ñaaam ñammm- y le dije al informático de la oficina si podía pasarse por casa para solucionarme el asunto. Los informáticos son esas personas que se pasan horas con el Pc escribiendo palabras indescifrables, hablando sólos a cada cosa que ponen, y tras una o dos horas dicen "Ah, era muy sencillo, es de la configuración del router y la tarjeta PCM en formato cardbus". Luego intentan explicártelo; peor aún, que lo entiendas y tú te quedas mirándoles con cara de besugo. Y dices para parecer que no eres tonto: "No, si las tarjetas ésas PCM en el formato ése es lo que tienen"...

Esto de quedarte sin Internet es como olvidarse el teléfono móvil en casa. Uno se siente como si no llevara calzoncillos; cuando menos incómodo. Las mujeres lo tienen más fácil porque lo llevan en el bolso y no tienen que dejarlo por las mesas cada vez que se sientan. Porque es francamente extraña la sensación de estar en una reunión o comiendo con unos señores de 60 años, calvos y que te empiece a vibrar el teléfono en el bolsillo del pantalón. Hasta que te das cuenta de lo que es, piensas lo que no es.

En los bolsos se puede encontrar de todo. Son como unos grandes almacenes. Cuando estaba en la Facultad conocí a una chica que llevaba un destornillador de 30 centímetros. O sea, ni el que usa el atornillador del portaviones Ronald Reagan. Decía que lo llevaba por si la intentaban hacer algo malo en la calle.

Así que una noche yo empecé a pensar en el rollo de Instinto Básico y la historia del picahielo. Claro, ni yo soy Michael Douglas, ni ella era Sharon Stone, ni yo tenía un deportivo biplaza. Por aquel entonces conducía un pequeño Ford Fiesta, que el único parecido con el de la película era que también tenía dos puertas. Así que empecé a pensar si era una psicópata asesina, me entró el miedo y lo dejamos. Qué tonto. Hoy es la mujer de un buen amigo y, como las cosas evolucionan, ahora en vez de misil Tomahawk en versión destornillador lleva un spray de ésos que te paralizan y se te deben caer hasta las orejas, porque en el bote pone peligro en todos los idiomas y colores.

P.D. Conste que no tengo nada contra los señores de 60 y mucho menos contra los calvos.

viernes, septiembre 09, 2005

La coletilla


Hay veces que contestes lo que contestes a una pregunta de tu chica va a haber discusión. Pero el otro día di con la solución. Yo pensaba que había que contestar a esas preguntas con un síiiiiii no sé.....cadencioso; pero no, es mucho mejor contestar lo que leí en un post muy gracioso de srta. Lee.

La otra tarde cuando llegaba por la tarde, después de un día agotador, con sólo ganas de descalzarme y abrirme una cerveza durante el partido de fútbol, me dicen "me voy a apuntar a tu gimnasio porque este verano he cogido unos kilitos". Yo, claro, casi sin mirarla dije que no, que no había engordado nada y que estaba igual que hace unos meses. O sea, preciosa.

Ahí empezó el lío, ya ni fútbol ni nada y se destapó la caja de los truenos. Me dice "La báscula no engaña he engordado cuatro kilos; claro, tú es que ni me miras, sólo te preocupan tus amigos y el fútbol.... Bueno, ya sabéis los chicos; porque esas cosas no tienen nacionalidad ni edad. Lo que más empeoró las cosas es que yo gritara "Gooool" en mitad de la contienda.

Y digo yo, si mi contestación hubiera sido un sí, un estás más gordita hubiera empezado a decirme que la he llamado foca, que ya no me gusta y que si Salvad las ballenas, que si GREENPEACE, que si tal y Pascual y que la abuela fuma. O sea, lío también.

Otra situación de alto riesgo es cuando vuelve de la peluquería. Si no dices un inocente "has ido a la pelu, te han peinado muy bien" empieza el problema. Pero la solución a ésta es fácil, con decirle todas las tardes al llegar que está muy bien peinada y que está preciosa ya te dirá ella si ha ido o no. Lo malo fue el día que nada más llegar con el peinado nuevo dice: "vengo de la peluquería" y contesté que si estaba cerrada.

El asunto de los zapatos también tiene su gracia. ¿Cúal te gustan más éstos o aquéllos? Claro, es que no te fijas, no te importo... Y, la verdad, es que te gusta de todas las formas: con zapatos, sin zapatos, rojos, negros o amarillos con estrellitas. Y así va a ser toda la vida. Pero el desembarco de tropas ya se ve venir.

Pero yo a partir de ahora me quedo con el chico del post de Srta. Lee y diré que con cuatro kilos o sin ellos, con el pelo cortado o no y con esos zapatos o aquéllos siempre "será la más bonita de todas". Esta coletilla es infalible.

Por cierto, chicos, el Real Madrid ganó 1-0.
P.D. Leed el post de srta. Lee. Genial.

miércoles, septiembre 07, 2005

Un cuentecito


Me senté a leer un poco de novela y a ver pasar la vida mientras tomaba un cafetito en una de esas terrazas que hay en la Plaza Mayor. Mareado de palomas, turistas y palabras. Y apareció un muchacho inmigrante de unos 15 años ofreciendo sus servicios de limpiabotas en la mesa de al lado.

El chico, príncipe del betún y artesano de la sonrisas y de las miradas, se puso a limpiarles los zapatos a un matrimonio de norteuropeos que estaban allí bebiendo con glotonería sus cervezas heladas, como si fueran las últimas y el mundo se fuera a acabar mañana.

Así que ni leer mi novela ni nada, estaba yo sin quitarle ojo al personaje. Y fue en ése momento cuando, en su tarea, se secaba con el dorso de la mano manchada de betún el esfuerzo de su trabajo y de dignidad que le caían desde la frente por la nariz mientras les daba brillo a los zapatos.

Cuando terminó con los dos turistas se irguió y sonriendo les dijo que eran cuatro euros , y ellos cumplieron generosamente con el muchacho limpiabotas. Su esfuerzo, su dignidad y su orgullo estaban allí en esos cuatro euros. Duros como doblones de oro.

Ahora le tocaba mi mesa, así que cuando se acercó a mí le invité a tomarse un refresco y un sandwich, a que me contara en un penoso inglés algo de su historia. La de todos. Y me enseñó también que una persona es algo más que un país o una clase social. Sino su presencia, su conciencia y su profesión. Que lo poquito que ganaba se lo mandaba a su madre en no sé qué país africano.

Y me enseñó que la inmigración es algo más serio que permitir que un muchacho limpie unos zapatos. Porque así se podrán ganar continentes pero nunca los cien metros del día a día.

Cuando se terminó su bocadillo y la Cola, por cierto casi con más ansia que los turistas de las cervezas, dijo un goodbay que bien pudo ser un thanks you, un gemido o una complicidad y continuó con la mesa de mi derecha.

Y yo volví a mi Código da Vinci, a mi cafe y a lo mío. Aunque el muchacho siga sin oportunidades, como en una estación de cercanías por la que no pasa ningún tren.

sábado, septiembre 03, 2005

Los semáforos

A las ocho de la mañana la ciudad es un hervidero de gente, prisas, carreras y coches. Muchos coches. Los guardias intentan regular el caos mientras un mendigo duerme, ajeno, entre unos cartones y dos cajitas de ésas de vino barato. Olvidado de todo, como si fuera una estación que se le pasó a Vivaldi.

A medida que avanza el tráfico me gusta aprovechar las paradas en los semáforos para observar a la gente. En la primera parada, en los escasos 30 segundos que dura, se bajan del coche de delante por la puerta trasera cinco niños como si fueran marines desembarcando en Normandía. Abren el maletero del coche y sacan cinco mochilas, carpetas, libros, bocadillos envueltos en papel de aluminio, un balón y dos guitarras. Vamos, que no descargan un piano de cola porque no viene en los planes como asignatura que si no... Ah, claro, me olvidaba, y una flauta. Cierran el maletero y despiden a la conductora tirando un beso con la mano. Todo en medio minuto. Yo me quedo pensativo diciendo estos niños de mayores deberían trabajar en los boxes de fórmula 1 para alguna escudería.

En el siguiente semáforo coincido con un coche a mi derecha conducido por una chica. Aprovecha para tomar algo de su bolso, se mira de cerca en el espejo retrovisor y empieza a maquillarse. También preciosa sin maquillaje. Mucho. Cuando termina me mira y sonriendo le hago con los dedos la "o" del o.k., se ríe y aprovecha el verde para irse mucho más veloz que yo en su coche más nuevo, potente y rojo que el mío.

Coincido ahora con el hombre taciturno y gris de dos semáforos antes. Gris él, gris su traje y su coche. Se enciende otro cigarrillo. Sin comentarios.

En el cruce de Atocha con Alfonso XII, llego al siguiente rojo donde ya hay un señor aprovechando el semáforo para echar una ojeada al periódico. Lo he leído antes, en el desayuno, y desde luego hoy no está el mundo como para leer el periódico y conducir a la vez. Se pone en verde y el coche de atrás toca la bocina como un poseso tras el despistado conductor.

En el último, antes de llegar a la oficina, se pone a mi derecha el mejor. Es un hombre cincuentón, ni muy flaco ni muy gordo, podría decirse que no destacaría por nada. Cuando me fijo veo que se está metiendo el dedo en la nariz. Eso no es tan grave, todos alguna vez lo hemos hecho; pero lo que sí es llamativo es que se lo estuviera metiendo casi hasta el codo.

Bueno, me gustan las paradas en los semáforos cuando voy a trabajar. Cada día me hago un camino más largo, y a este paso me van a despedir. Bueno me quedaré a vivir con el mendigo para ver todas las mañanas pasar a los coches.

viernes, septiembre 02, 2005

Los que saben de la cosa

Lee uno en el periódico del día que el 99% del ADN del chimpancé es igual al humano. Los que tanto saben de la cosa así lo han publicado en la revista científica NATURE, revelando que casi un 99% de nuestra información genética no repetida es idéntica a la de este primate. Osea que sólo un 1,23% de información genética es lo que nos diferencia de semejantes animalitos.
A mi, la verdad, no me hacían falta tantos estudios para saber que muchos de los que nos rodean en la oficina o en los semáforos de la calle, incluso en los Ministerios de algún país tienen casi algunos genes más de monito. Son auténticos monos. Mucho.

Pero lo que más me sorprende del estudio es que en sólo esa pequeña porción del 1,23, que nos distingue, esté contenida la esencia de nuestras conductas. Que una ridícula porción de ADN y un cúmulo de casualidades de la evolución sean las que han formado este lío en el que estamos metidos. Hoy vivimos manteniendo artificialmente nuestra vida basándola en la abundancia, en el consumo y en la cultura de lo efímero. Hoy ya no es importante ser feliz, sino parecérselo a los demás. Hoy parece que no es importante pensar, porque pensaríamos en ése que nos hubiera gustado ser.

Ahora cómo salimos de esto.

Yo para empezar, al afeitarme esta mañana me he visto mucha más cara de mono frente al espejo.

Ese instante minutísimo

Cuando Susana me preguntó si todavía no tenía blog tuve que responder que no, pero que para este invierno español que se avecina, que pasará frío como pasa quemando el verano, me comprometo a tenerlo.
Pertenezco a esa generación que nacimos con la televisión en blanco y negro, que cuando rompíamos un termómetro en casa nuestra madre nos dejaba jugar con las bolitas de mercurio, los juguetes estaban pintados con pinturas que contenían plomo y tantas cosas ahora tan perjudiciales. No pasaba nada.
Por supuesto los coches no tenían ABS o airbag, y nos creíamos que la industria aeronáutica europea, mucho menos la española, no podría nunca algún día plantar cara a la norteamericana.
Es evidente, salíamos del colegio sólo sabiendo utilizar el lenguaje Basic en el ordenador. Claro. Y si vivíamos un fracaso escolar no nos mandaban a psicoterapia y, al final, solamente era culpa nuestra y no de nuestros padres o del que pasaba por allí en aquel mal momento.
A pesar de todo, sobrevivimos.
Susana, ahora entenderás porqué no tenía blog. Adecuarse a los tiempos es un proceso. La vida, rodearse de las cosas y de las personas que la hacen, que la inventan, parten todas de un acto minutísimo de valentía. Las grandes obras, las pequeñas, en todos los tiempos o lugares, el instante en que un bebé nace, todas tienen su momeno de valentía. Este principio, aunque pequeño, es ahora el mío. O sea.