Ni a cañonazos

Central Park es a Nueva York lo que el Parque del Retiro es a Madrid o Hyde Park a Londres. Hoy la cosa va de parques. El caso es que ayer, aprovechando que tenía que leerme unas cosas, que Madrid está semivacio por las vacaciones de Semana Santa y que la primavera está en pleno color salí con los informes a leer sentado en uno de esos bancos soleados que hay entre los árboles del Retiro.

Estuve como una hora y acabé mareado de lectura, palomas y niños que corrían de un lado a otro. Pero lo que más me llamó la atención es que en ese rato se me acercaron tres veces a ofrecerme distintas religiones para salvar mi alma maltrecha.

Las enumero con todo respeto hacia sus creencias. Primero vinieron los de la Iglesia Evangélica Cuadrangular. Que no sé qué es eso del Cuadrangular, pero me suena a la geometría de cuando el colegio, y se ofrecieron amablemente a leerme la Palabra de Dios. Bastantes palabras tenía yo con los Balances que tenía que leerme.

Después se me acercaron los Jóvenes Cristianos Adventistas del 7º Día y me dieron sonrientes y educados dos folletos, que cortésmente les tomé. Y digo yo, claro, si estos son los del 7º día ¿ vendrán ahora los de los otros seis días? Buf, qué hago.

Los terceros ahora venían en grupo. Tocando tambores, panderetas y no sé qué. Vamos, no venían con la Filarmónica de Viena de milagro. Éstos eran los de Hare Krisnha. Muy musicales ellos.

Yo que soy una persona de firmes creencias religiosas también sé que se llega a Dios por distintos caminos igualmente válidos. Pero lo que me dejó pensando es si tengo cara de pecador, de oveja descarriada y, encima, ellos me lo notan. Porque lo que no es normal es que vengan en un ratito de tres confesiones distintas para reconfortar mi alma y proporcionarme la Salvación.

Cuanto más me miro al espejo, más cara de perdido me veo. Creo que tendré que confesarme, aunque lo mío no sale ni a cañonazos.